Aurelio Agustín nació el 13 de noviembre del 354 en Tagaste, ciudad de la provincia romana de África. Después de una vida espiritual y moralmente agitada, descrita por él mismo en sus Confesiones, recibió el bautismo de manos del gran obispo de Milán, san Ambrosio, en abril del 387. Desde ese momento la existencia de Agustín, hasta su muerte, está consagrada al servicio del bien. Se le ha llamado "la gran lumbrera del mundo occidental que formó la inteligencia de la Europa cristiana". Y no sin razón. Nadie como él ha influido en la formación del pensamiento de la cultura occidental. Sus obras -pasan abundantemente el medio centenar- no han dejado jamás de ser estudiadas, y la frescura y actualidad de su ideario han hecho afirmar a uno de los maestros del pensamiento protestante alemán, Harnack, que san Agustín es "el primer hombre moderno". El 28 de agosto del 430 fallecía en su sede episcopal de Hipona.